UNA CONVERSACIÓN EN MADRID CON LA NOVELISTA CONSUELO TRIVIÑO ANZOLA
Consuelo Triviño Anzola . (Bogotá, 1956), licenciada por la Universidad Nacional de Colombia y se doctora por la Complutense de Madrid. Ejerció la docencia superior y se vinculó al Instituto Cervantes desde 1997. Sus cuentos, publicados en España, los Estados Unidos y distintos países latinoamericanos, han sido traducidos a varios idiomas.
Han compuesto los volúmenes La casa imposible (2005), Letra herida (2012), Extravíos y desvaríos (2013) y este libro, El ojo en la aguja (1ª ed. en 2006). Prohibido salir a la calle (1998), su primera novela, fue elegida como una de las mejores colombianas y ha sido objeto de un libro conmemorativo en esta misma editorial, No era fácil callar a los niños (edic. de M. Ángeles Vázquez). Otras novelas suyas son: La semilla de la ira (2008), Una isla en la luna (2009), y Transterrados (2018), cuya edición colombiana ha obtenido gran éxito.
Este ha sido un año que nadie imaginó: el año de la peste, o de la pandemia, y el confinamiento forzado. Aun así, la literatura no cesa, es como la respiración del mundo. El pálpito del universo. Desde hacía meses, después de un encuentro en el Consulado de Colombia en Madrid, tenía el interés por hablar con la novelista colombiana Consuelo Triviño Anzola, una de la escritoras fundamentales en la narrativa hispanoamericana. Hoy fue el día. Afortunadamente, nos acompañó el poeta, ensayista y crítico literario español Jorge Urrutia Gómez, quien, como uno de los que mejor conoce la obra de Consuelo, me ayudó a navegar por la obra de esta magnifica escritora. Mil gracias a los dos.
Siete realtos
Conjunto de relatos seleccionados a partir del libro Cuantos cuentos cuento con los que la autora obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Libro de Cuentos de la Universidad del Tolima en 1976. Escritos entre los dieciocho y veinte años de edad, resumen la tensa relación con la escritura, el deseo de ganar espacios de libertad, no solo respecto a contexto social, sino a las estéticas dominantes en el entorno en aquellos años en Latinoamérica, como el realismo mágico o la literatura de denuncia social, que sacrificaba la calidad literaria a las ideas políticas dominantes. La autora deja constancia en este libro de su búsqueda de una identidad femenina, además de otras opciones y otras estéticas, acaso existencialistas, pero que le permiten llevar al género muchas de las preocupaciones del momento: la soledad, el miedo a la vida, el deseo de libertad y la rebeldía frente a las imposiciones familiares, pero también frente a las ideas consideradas revolucionarias y liberadoras en el contexto universitario, que forzaban a los individuos a adoptar máscaras para ser aceptados
prohibido salir a la calle
Prohibido salir a la calle sorprende no sólo por su temática y punto de vista, sino por la forma como se teje una historia familiar. En un lenguaje depurado, como señala la crítica más exigente, a través de una niña de entre once y doce años, se escuchan las voces de los distintos personajes. La joven protagonista reseña el acontecer cotidiano en su modesto hogar, el mundo de la clase media empobrecida que lucha por mantener un equilibrio, siempre a punto de quebrarse, por una palabra, por una mirada, por el silencio. Situada en la ciudad de Bogotá, a finales de los sesenta y principios de los setenta, lo que verdaderamente ocurre es el tránsito del mundo encantado de la infancia a la crudeza de la vida adulta, de modo que cada frase está cargada de una intensa emoción contenida que se mantiene a lo largo del relato y que pese a la dureza de algunas situaciones, le permite al lector recuperar, mediante el placer de la lectura, el paraíso perdido de la infancia.
La semilla de la ira
Inspirada en la vida del controvertido escritor modernista, José María Vargas Vila, el escritor más leído en lengua española de su época, esta novela reinventa al personaje, recreando el enigma de quien habló demasiado de sí mismo, pero nada contó de su vida. Vertebra el relato el diario del propio escritor, cuyos fragmentos recuperó la autora para una edición (Diario secreto), así como la cronología y la historia latinoamericana, desde su visceral ataque al despotismo y el fanatismo dominantes. Situada entre 1899 y 1933, la virtud de esta novela, recibida como una acontecimiento literario, es haber recuperado para el presente la escritura modernista y ofrecernos el testimonio de un exiliado cosmopolita. Narrada en primera persona, nos habla de los afanes del personaje, de sus sueños y de la nostalgia de la patria perdida, a la que regresa en un viaje ficticio. Pero además, del perfil del escritor que pudo haber sido Vargas Vila, la autora recupera la estética decadentista decimonónica que nos permite vivir con intensidad la «belle èpoque», con su atmósfera, su colorido y su musicalidad. Vargas Vila regresa, entonces, para recordarle a los lectores que las formas artísticas son eternas y que la historia de América es cíclica, por cuanto sus virulentos ataques a la intolerancia y la codicia de los poderosos, cobran en la actualidad una vigencia inusitada.
Biografía del héroe cubano
Biografía del héroe cubano que entregó su vida a la causa de la independencia, no sólo de la isla, sino de toda la América hispana, una necesidad vital que palpitaba en sus versos y ensayos. Exiliado en Nueva York, el libro sigue a Martí en la travesía que lo lleva prisionero de La Habana a Cádiz y de allí a Zaragoza, donde realizó sus estudios, hasta el regreso a su patria de donde huyó, perseguido por las autoridades del régimen colonial. La trayectoria del héroe resume el ir y venir de un sueño, el deseo de volar hacia el ideal y a la vez, el de arraigar en la tierra que se añora y a la que Martí regresa para morir en el campo de batalla en 1895. Así, la biografía pone de manifiesto los diversos perfiles del personaje, el abatimiento de un hombre que amó con toda su alma a sus seres queridos, pero sacrificó la vida familiar por la dignidad de su pueblo.
La isla en la luna
Un escritor frustrado, una joven obstinada que busca el amor, una hechicera que cura y enferma; un crítico literario feroz; un antropólogo oportunista; y un espectador escindido que reseña la vida de tan lastimeras criaturas. Estos personajes arman lo que podría ser la historia de unos amores fatales, testimonio de un momento en el que los seres humanos pensaban que era posible transformar el mundo con la voluntad. Así, la joven rebelde que abandona el solar nativo, pretendiendo una vida apasionada, cae en un laberinto de perversidad; mientras el escritor que persigue la belleza, es víctima de delirios de grandeza y de abstracciones. Una isla en la luna indaga en la quimérica búsqueda del amor absoluto, y en la cara oculta de ese espejismo. La inmolación del ser que puede resumir el acto amoroso, conjuga felicidad y sufrimiento en una historia que por momentos muestra rasgos de novela gótica. Narrada desde la perspectiva de quien intenta en vano salvar a la muchacha de sus sueños, refiere el fracaso de una generación que quiso cambiar la forma de ver y de sentir, distorsionando las nociones del amor y de la libertad. Entre la parodia y la auto-ficción, la novela dialoga con la tradición literaria, enlazando el romanticismo con las propuestas vanguardistas, recurriendo a un lenguaje directo y un tono poético que hacen de la escritura una indagación estática y no nos deja indiferentes.
Letra herida
Estos cuentos atraen porque nos sitúan en el límite entre la normalidad banal y triste, que algunos personajes rechazan, y el abismo, que es el único espacio donde puede buscarse la autenticidad, la gran obsesión de los personajes de estos relatos. Su movimiento hacia el abismo que los salva de la falsedad y de la banalidad se produce por el deseo, un deseo impreciso pero absoluto. El deseo es el motor de una existencia plena, pero es imposible encontrarlo; por ese desvarío se pierde a veces la capacidad de amar o de ser feliz: el impulso hacia la felicidad lleva en ocasiones hacia la destrucción o autodestrucción e impide vivir esa otra vida posible.
En Extravíos y desvaríos
Con veinte años Consuelo Triviño Anzola se consagró como narradora en 1976 con un libro de relatos que obtuvo el primer premio en un concurso nacional del libro de cuentos en su país y que se publicó con el título de Siete relatos. Cada una de las narraciones de este libro enfrentaba a los personajes a la crudeza de sus sueños. Obsesiones como la casa, la infancia y la soledad constituían el punto de partida de historias de gran soledad aunque, sin duda, se trataba de diversos episodios de un mismo personaje metamorfoseado en otros nombres. En Extravíos y desvaríos, en cambio, la autora refiere los viajes de ida y vuelta siguiendo en su aventura a seres atrapados entre dos mundos: desde la pareja exiliada que convierte su vida en un infierno, hasta la muchacha incapaz de concretar un proyecto, o la expatriada a la que los suyos esperan en vano, pero también encontramos a los turistas que se evaden de la rigidez de su mundo y son incapaces de asumir la diferencia en su encuentro con el otro. Son historias de emigrantes, de alienados y de exiliados que nos instalan en este presente de fronteras y alambradas, y que nos muestran dos caras de la realidad. Por un lado, la pérdida que implica toda elección; por otro, la imposibilidad del regreso.
Transterrados
Transterrados es una novela sobre la inmigración latinoamericana en España. Pero es también una historia de encuentros y desencuentros en los que se mezclan amores y desamores, víctimas y victimarios.
Un periodista huye de su país presionado por las amenazas que se ciernen sobre él. Deja atrás amistades y familia para refugiarse en la soledad del desterrado. Una madrugada se encuentra ante el cadáver de su nueva pareja. Es incapaz de recordar lo ocurrido y la defensa no llega a esclarecer los hechos. Todo resulta confuso. Inquieta por el resultado del juicio, una narradora nos introduce entre las amistades de la víctima en busca de respuestas coherentes; desconcertada, se enfrenta a hombres y mujeres, que perciben la verdad como una amenaza, que intentan cambiar sus vidas ocultando los desgarros del pasado, reinventándose. Así, los testimonios de los distintos personajes nos llevan a un universo complejo, en las fronteras de la delincuencia: el trabajo informal, la trata de blancas, las bandas y el narcotráfico que salpican a los más vulnerables.
La crítica más exigente ha señalado la profundidad de la obra de Consuelo Triviño Anzola (Bogotá, 1956). Su prosa es, en palabras de Julio Ortega, tersa, analítica, dramática y valiente. Su primera novela, Prohibido salir a la calle (1998), fue considerada por la revista Semana, de Bogotá, como una de las mejores de la literatura colombiana moderna. La segunda, La semilla de la ira (2008), es para William Ospina «una larga, serena y sostenida obra de arte», y en el diario El País (suplemento Babelia) Dasso Zardívar la destacó como una de las mejores novelas latinoamericanas.
El ojo en la aguja
Desde sus primeros cuentos, Consuelo Triviño Anzola aporta la constancia de la soledad y la insistencia de una búsqueda que se fija, simbólicamente, en seres fracasados. Nunca se colma la inquietud, siempre surge la aparente contradicción entre la mujer aburguesada que busca la libertad y la mujer libre que no encuentra la felicidad. Los personajes sienten la necesidad de huir, de dónde sea y hasta lo indefinible, siempre en busca de una plenitud que se sabe inalcanzable. Si en los relatos iniciales podía pensarse en un romanticismo juvenil, en estos, ya de madurez, que componen El ojo en la aguja, se comprende que responden a la insatisfacción interior de la mujer actual. Un libro que el lector mantendrá en sus manos tiempo después de concluir su lectura.