Paolo Astorga (Lima, Perú, 1987) Profesor de Literatura y Lengua Española, egresado de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle – “La Cantuta”.

Ha publicado los libros de cuentos Siete cuentos para volver (2013), Solo por ser raro (2016), El amor es memoria (2016), Donde los sueños vuelan (2017), Felizmente no he despertado (2018), No hay necesidad de fuego (2019) y Desperté de ser niño (2020).

A PROPÓSITO DE “UNA DAGA EN EL VINO” DE DENIS CASTAÑEDA

 

Paolo Astorga

 Una daga en el vino (Fondo Editorial Cultura Peruana, 2022) del poeta Denis Castañeda es un poemario que transita por ese infierno o paraíso que es la soledad. Sea dolor o sea placer, el poeta es un visionario, un observador que crea en la tempestad. La soledad abordada desde el verbo, desde la palabra creativa es un arma de humanización, un canto reflexivo sobre el ser que intenta constituir una identidad, una calma, una especie de ligazón con lo amado. La soledad no es solo un estado íntimo, sino una posibilidad para el trabajo poético. Por eso mismo, no es casualidad que este libro se abra con dos epígrafes reveladores:

“Me pasé la vida arañando con la pluma,

en un cuartucho de dos metros,

armando con anteojos,

en una pieza-estuche”

Vladimir Maiakovski

 

“Mi juventud fue una tenebrosa tormenta,

atravesada aquí y allá por brillantes soles;

el trueno y la lluvia ha hecho un estrago tal

que restan en mi jardín bien pocos de los frutos rojos”

Charles Baudelaire

Y es que el lenguaje poético de Denis Castañeda en este libro es siempre una búsqueda. Esto se refleja en la primera parte del libro titulada: Una copa entre las redes del secreto. El poeta se sabe inmerso en el infierno de la sordidez, del exilio y hasta abandono, sin embargo, es allí donde es más genial la voz del poeta. Esto queda patente en el poema que abre el libro, poema titulado convenientemente “A fuego lento”, un título que, es sin duda, la confirmación del trabajo paciente de todo lenguaje creativo. El poema es, además, un canto a la vida que se hace experiencia frente a la brutalidad. Leamos:

Mi morada se revirtió de estirpes sucias

y fue la esfera de la incertidumbre desgarrada

que viajó por calles y líneas de fuego

Ahora veo ingresar aquellas meditaciones

por las ventanas

y existen piedras baldías al estallar el destino

que aflora en la llaga

son las que trepan por las escaleras

sin dejar pasar el tiempo

solo espero ver arder los años a fuego lento.

La voz poética en este libro no es la del aventurero que está en el apogeo de su viaje, sino en el viajero que ha llegado a casa después de muchos años y que trae consigo, como Odiseo al retornar a Ítaca, la experiencia vital de la aventura. No obstante, la paradoja está en que, aunque el hombre ahora está lleno de vivencias, se ve enfrentado a la soledad, interpelado por su propia e íntima existencia que, finalmente, lo asedia mostrándole su naturaleza finita y el olvido. El poema He vuelto a casa es un testimonio de lo antes mencionado:

Para descansar mi espíritu

he vuelto a la casa deshecha

he vuelto a andar por el camino

que un día fue serpiente

en el que dejé el veneno de la tinta.

No es la quietud

apenas duele la herida

aunque sin pensamiento

poco habrá que comprender

los movimientos secarán los rencores

en el olvido.

Aquí he nutrido este hogar con lágrimas mágicas

he venerado por segundos el encuentro

con el árbol que una vez sembré.

Ahora amanecerá mi suerte

no hay moneda que valga

al azar

solamente hojas

palabras y llanto aquí huele a campo baldío

mi ser

se ha tornado sangre

en busca de algún perro fiel

que me saque de este laberinto.

 

Y es que este poemario se muestra como una lucha del creador que en su trajín ha adquirido las palabras precisas, pero que ahora su lucha no es solo contra la palabra, sino contra su propia vejez, contra el tiempo, contra la ausencia. El poeta sabe que su cuerpo es en realidad el espacio para que fluya el sentimiento, el único medio para experimentar la vida y sus matices. Pues como este dice el poema Una copa entre las redes del secreto:

Detrás de la frontera una vela es como la vida que poco a poco se

consume

y las violetas sin colores y se han quedado

no pregunto por qué estoy ahora en este laberinto

que me agobia dentro de la fuerza

y palpo mi embriaguez tensa

en mi cuerpo

la noche se desnuda

pero ¿Qué es el cuerpo?

 

Un devenir de caprichos y gustos

o una marioneta que solo obedece al sonido de la historia sin final

mi anatomía se consume y no puede ser otra cosa más que caer

preso en el tiempo

o en una dicotomía

dura como el acero o impregnada como una cicatriz

en el papiro

y me calcino de ruegos bajo el llanto

o la partida .

(…)

Como leemos, el poeta reflexiona sobre la vejez y la soledad que acarrea la misma. El tiempo en los ojos del que se sabe cerca del final, angustia y presiona. Por eso, es urgente la creación, la necesidad de dejar huella, de perpetuar el nombre en la frase, aferrarse al arte porque: “mi danza ahora es un manicomio/ donde envejezco sin tregua”.

En la segunda sección del poemario titulada: En estas calles donde el latido es una voz, el escenario es la urbe que cual monstro nos devora con su exquisita perdición. El poeta lo sabe, por eso canta, canta y no deja de cantar, pues solo haciendo ello puede proteger su corazón y hacer del caos, el bullicio y la destrucción, una escena magistral de eternidad. El poeta testimonia:

deambulo

entre el licor

y las cenizas

para encontrar la causa

de mi conciencia

y algún día abrir

el paso

al verso que explotará

en el suburbio.

 

El poeta se revela:

 

Fui el emperador de la pluma y el papel

que día a día

intentaba despedazar

su vida con palabras

imbuidas en la neblina

sin poder descifrar la vehemencia

y la tentación de escribir.

 

Por último, el poeta sabe que la calle es fin de cuenta un infierno dantesco, donde la única manera de sobrevivir es testimoniando la naturaleza de esta:

 

Los individuos

marchan sin memoria por el recuerdo de una calle sin muchachas

y todas estas rondas los deducen

pero – ¿Qué les queda? –

la vasta agonía

en medio de la noche porque todavía no son bárbaros carnales

o mercenarios

que se introducen en los rastros de las tinieblas

en una camisa de fuerza. Ellos también tienen hambre

de un reino

con la misma avidez

que tienen los lobos.

Finalmente, la sección Una daga en el vino, es el epílogo esperado: el poeta venciendo la tempestad y mostrando su arte poética, la creación que es el único medio de trascendencia, aquello que le da sentido al sinsentido que llamamos vida:

 

Mis coplas hablaran de la delicadeza o del éxtasis en los

términos figurados con todo su oprobio

quienes se maravillen u odien mis creaciones

podrán declinar inmortalidad porque a quienes les de igual…

– “para ellos”-

la vida se ha transformado en el artefacto frente a la tinta y la blanca porcelana

y cuando brote el mineral de mis versos

no descansaré en paz.

En suma, Una daga en el vino de Denis Castañeda es el testimonio de un ser que está asediado por tiempo, la soledad y el olvido. Su valor y trascendencia se encuentra en el manejo metafórico y en la profundidad con la que reflexiona los temas antes mencionados. El poeta no busca impactar con el verso fácil, sino que nos invita a la reflexión y a observar aquello oculto y mágico que se encuentra en la angustia e incertidumbre de saberse cerca del final de nuestra existencia. Con gran vitalidad, embebido de las lecturas de poetas fundamentales como Rimbaud o Baudelaire o Martín Adán, Castañeda nos ofrece un libro potente, honesto y original en donde el trabajo literario no se centra en el malditismo o en el efecto fácil, sino que exige del lector la formación de una conciencia y, sobre todo, un compromiso con la misma palabra que el autor guarda y alimenta. Sin duda este es un libro para degustar con un buen vino mientras contemplamos, con una sonrisa de satisfacción, que ni la muerte ni la vida pueden arrebatarnos esa caprichosa necesidad de ser humanos.

 

Paolo Astorga

Feria de Libros “Amazonas”, abril de 2022