Arturo Prado Lima
Nos sentamos a conversar de la vida en una calle de Lavapiés, el barrio multicultural más grande del mundo. Estamos con Carlos Bernal, el actor y dramaturgo colombiano que hace 30 años vive en Madrid. El motivo, ninguno, como siempre, pero vital para los dos. Conversar sobre la importancia de la inutilidad del arte, los años de espera, los sueños que aún cojean a nuestras espaldas. Y sobre el arte plasmado en las paredes y las ventanas del comercio: el arte como punto de apoyo a las tiendas, restaurantes, salas de teatro y cine en tiempos de pandemia.
Carlos viene de la Escuela del TEC, Teatro Experimental de Cali, Colombia, dirigido por Enrique Buenaventura, uno de los más importantes dramaturgos de América Latina junto a Santiago García. De él le viene su apetencia por la creación colectiva, pues en los tiempos de la adolescencia, él, con el legendario Andrés Caicedo y un grupo de teatreros en ciernes hicieron de la creación colectiva una de sus señas de identidad. Andrés, no tanto, aclara Carlos, pues él era más bien un tipo aparte. Prefería la creación individual y ya estaba comprometido con su honda soledad, su compañera de siempre.
Entonces centramos nuestra conversación en Andrés Caicedo. Durante casi dos años, pasaron hasta 7 horas diarias ensayando con los integrantes del TEC. De pronto aparece en el recuerdo el director de cine Luis Ospina, con quien compartían los logros y las derrotas de la vida. Y entonces caímos en el tema: Luis Ospina y Sandro Romero Rey, director de teatro y escritor, hoy catedrático de la Universidad Distrital de Bogotá, se dedicaron a recopilar los cientos de cartas que Andrés Caicedo escribió a sus amigos, a sus padres y a sus amores posibles e imposibles, (Ediciones Seix Barral), entre los años 1970 y 1973, dos buenos y sustanciosos tomos donde vagabundear sin mapa de navegación en los océanos del arte, la música, el cine, la poesía, el oscuro de la bondad y la bondad del lado oscuro de aquellas almas que nacieron para eso: hacer de la cotidianidad humana un arte para la inmortalidad.
Facsímil de la carta a Carlos Bernal publicada por Seix Barral en el libro: Andrés Caicedo Correspondencia 1970 – 1973
En aquellos tomos hay una carta que Andrés le escribe a Carlos Bernal desde Houston, el 12 de julio de 1973, en la cual le revela que aún no ha podido vender sus guiones de cine y que la vida pagada en dólares es mucho más restrictiva que la amortizada en pesos: menos cine que en Cali, menos vida, menos todo.
“Está haciendo un día negro, húmedo y frío, aunque estamos en verano, y he suspendido mi trabajo de escritor de guiones (aún no vendidos, aún no ofrecidos), para preguntarte cómo estás y cómo están todos por allá, hermano”. Carlos estaba bien, pero no respondió a la carta por diferentes circunstancias. Viene a su memoria los momentos vividos con Andrés. Por ejemplo, el día que iban a una fiesta y Andrés le preguntó a Carlos dónde podía comprar la yerba. Carlos conocía a un tipo, se sabía que comerciaba con ella. Se lo presentó. Resultó que era tartamudo, y Andrés que a veces también tartamudeaba, menos en el teatro. Allí estuvieron, sin entrar a la fiesta, sentados en el anden mirando el cielo de la noche caleña y tartamudeando sobre las estrellas. Carlos Bernal, director de teatro
En otra ocasión, cuando Luis Ospina regresó de Estados Unidos graduado de director de cine y convocó a un taller nacional y solo asistimos Andrés Caicedo, Óscar Campo y yo. Pero los ánimos y las ganas de Andrés eran insuperables, dice Carlos Bernal. “Nos enseñó mucho cine, literatura, rock y la vida misma”.
La última vez que lo vio fue en Bogotá, cuando el hombre que sufría de soledad y desasosiego, hoy le llaman depresión, iba feliz porque sabía que se había publicado ya su primera novela: “Que viva la música”.
Estamos de acuerdo en que, a pesar de que muchos de nosotros sabemos más o menos su historia, para conocer más al Andrés íntimo, al emprendedor tenaz y al desgarrador sin fortuna, es leer la correspondencia publicada por Seix Barral en dos grandes y maravillosos tomos. Y claro, vamos a leer con toda atención la carta que Andrés le escribe a Carlos Bernal y que recordamos con nostalgia en un estupendo bar del centro de Madrid.
La carta de Andrés Caicedo a Carlos Bernal
A Carlos Bernal, Houston, 12 de junio de 1973
Carlos:
Está haciendo un día negro, húmedo y frío, aunque estamos en verano, y suspendido mi trabajo de escritor de guiones (aún no vendidos, aún no ofrecidos) para preguntarte cómo estás y cómo están todos allá, hermano. Aquí estoy bien, aunque la ciudad no tiene nada de interesante si tu interés no es la ganadería o el petróleo. El cine es más o menos el mismo que se ve en Cali, y las películas del boxeador chino apenas están entrando, cuando en Cali ya dan de la espadachín manca y del lancero cojo. El cine en general es muy caro (tres dólares) pero uno no puede ponerse a hacer multiplicaciones porque muere loco; La amarga verdad es que hay que olvidarse del peso. Así pues que no puedo ver cine con la misma intensidad que se veía en Cali, ya que solo me meto a programas especiales de un dólar. He visto la última de Bergman: Cries and Whispers, con todas esas viejas encerradas en una casa, y en una versión en inglés que es una mierda. Estuve asistiendo a un curso de inglés en un centro de idiomas (me tuve que meter para que me extendieran la visa), pero me salí hermano de tanto gusano que había, bolivianos que se han pisado de allá por no estar con tanto indio, argentinos, chilenos que han salido del país cuando cambió el gobierno. Hay una pelada argentina que el papá era general en jefe del ejército y lo mataron los guerrilleros y la pelada y la mamá tuvieron que salir corriendo, y en clase de conversación contó toda la historia y lloró y todo el mundo habló mierdas del comunismo y yo callado mano. Estuve quince días allí, con gente igual a la que tenía que lidiar cuando estudiaba bachillerato. Hay un mancito de Cali, un drogadito de la sexta como de 17 años, y un cerdo de Pereira. Aprendo más inglés, quedándome en la casa leyendo. He terminado de escribir un guion: “La estirpe sin nombre” (The Nameless Offspring”), y estoy escribiendo “Shadow over Innsmouth”, ambos supongo, comerciales, es decir, vendibles, pero buenos, con detalles buñuelianos y sobre los intelectuales burgueses. Ambos dentro del género de horror, que vos sabes que me gusta mucho. Espero poder venderlos en los Ángeles. ¿Leíste “El tiempo de la ciénaga”, el cuento de Aquelarre? Espero que te haya gustado. Leí en un Occidente que me mandaron de la casa que Alfredito Linares y su orquesta estaban ilegalmente en el país, así que los echaron de Colombia. Aquí con respecto al Rock uno está al día, pero la salsa por ninguna parte, aunque hay tanto chicano. Espero poder ligarme con unos compañeros que conocí. ¿Qué hubo del viaje del TEC a Texas? ¿A San José es que es? Avísame en caso de que lo vayan a hacer. Bueno, hermano, esta carta es solamente pata sintonizarte. A ver si después te puedo escribir más largo. ¿Han sabido algo de Herrera y Gloria? Saludes a todos en el TEC, que los recuerdo muchísimo; A unos más que a otros, claro está.