SECRETOS: UN MINI-DRAMA A DISTANCIA
Una experiencia escénica en tiempos de cuarentena
Por JAIME FLÓREZ MEZA
Secretos. Guión y dirección de Agustín Núñez. Actuación de Gabriela Báez (Paraguay) y Jaime Flórez Meza (Colombia). Edición: Onchi Ortiz (Paraguay). Abril de 2020. Producción: El Estudio (Paraguay). Duración: 04:42.
Entre muchos otros millones de trabajadores, la pandemia global ha puesto a los creadores de las artes escénicas (guionistas, directores, actores, realizadores, productores, técnicos) a producir en otras condiciones, a emplear aún más la comunicación digital y virtual debido al confinamiento obligatorio impuesto por las cuarentenas en los distintos países. En ese orden de ideas, el director, dramaturgo y actor de teatro, televisión y cine Agustín Núñez, de nacionalidad paraguaya, tuvo la idea de proponerme en un mensaje de voz, a mediados de abril, participar como actor en un corto argumental audiovisual desde mi casa en Pasto, Colombia, en una experiencia de dirección a distancia, dado que él está en su ciudad de residencia que es Asunción del Paraguay. Me interesó la propuesta por la novedad y el desafío que implicaba realizar esta pequeña producción de manera virtual. Él me envió un guion de escasas dos páginas en el que mínimamente se describía la situación: una pareja elegantemente vestida en un restaurante “sencillo pero agradable”, sentados a la luz de una vela y bebiendo un vino tinto. A continuación los diálogos. Las indicaciones adicionales, siempre a través del WhatsApp, fueron pocas y precisas: un único plano corto y cerrado, grabación con el celular, una cortina blanca como fondo neutro, luz tenue, una vela roja y una copa de vino.
No conozco personalmente a Gaby Báez, mi compañera en este ejercicio. Ambos tuvimos que ensayar a distancia y por nuestra cuenta: ella desde Asunción, yo desde Pasto. Solo pudimos ponernos de acuerdo en detalles mínimos como usar un mismo tipo de copa y vela. Lo demás fue imaginar la escena, el lugar, el momento y ensayar repetidamente, como en el teatro. Después de muchos ensayos e intentos envié a Agustín y a Gaby tres tomas. Ella, a su vez, me envió una, que me sirvió para grabar otras más, seis en total, de las cuales descarté tres. Con ese material más cuatro nuevas tomas que realizó Gaby se realizó la edición. Sobre el resultado, no soy el más indicado para valorarlo. Seguramente el haber trabajado durante muchos años con Agustín Núñez, tanto en Colombia como en el Paraguay, el conocer su forma de trabajo, me ayudó a resolver este desafío escénico.
Fue una extraña experiencia de dirección y actuación a distancia, en la que lo más difícil, al menos para mí, fue actuar solitariamente, conversar con un personaje imaginario (lo que me recordó ciertos juegos que yo mismo hacía de niño), imaginar el lugar, reaccionar ante una imagen y unas voces que no podía percibir. Un juego que esta vez iba a ser visto y juzgado por cientos de espectadores virtuales, dispersos en muchos países, a través de estas nuevas y extrañas redes sociales. Que están cambiando nuestras formas de comunicación, trabajo y creación escénica, en este caso.
Sé que esta forma de hacer las cosas no es ideal ni deseable. Es circunstancial, por más imaginativa y recursiva que sea. Porque los diversos trabajadores escénicos necesitan sus espacios naturales de trabajo: las salas de ensayo, los ritos grupales, el encuentro real con el otro, el contacto con el público, los decorados, las candilejas, los sets de grabación y filmación, las locaciones, la presencia de todo un equipo creativo y técnico. Sí: la presencia. Eso que intentamos reemplazar o simular en tantos ámbitos, ahora aún más por necesidad, a través de estas tecnologías digitales y virtuales. La presencia es algo que también nos define como humanos, por más que tengamos toda una gama de prácticas sociales de representación. Tendremos que recuperarla y defenderla, en todas sus manifestaciones, una vez pase este confinamiento. Sin renunciar al apoyo de la virtualidad.