Este historial pictórico del sur de Colombia, fotografiado con un pincel y unas manos, dan testimonio del fértil terreno de la memoria para plasmar esa realidad tangente que hace que nos reconozcamos a nosotros mismos en los elementos y el paisaje que nos rodea. Los pueblos de Nariño, tienen su huella en la obra del maestro Darwin Córdoba, pero no la iglesia, el parque, el edificio público, que suelen ser los símbolos de las regiones, sino un paisaje traducido en colores y brumas a un idioma figurativo, ese hiperrealismo que caracteriza a los tocados por la magia de la naturaleza. 

Darwin Córdoba nos trae de narices a la luz del sur, a la humedad de la tierra, a los trigales encendidos al medio día en finos hilos de oros, a los caminos y a las olas que en la mano de este pintor de nostalgias  se vuelve más nostalgia, más recuerdo, menos olvido. 

La Sala de Exposiciones de su Magazín Internacional conexiónnortesur.com presenta esta magnífica muestra siguiendo nuestro propósito de compartir  historias artísticas tanto de este como del otro lado del Atlántico.

ARTURO PRADO LIMA

 

DARWIN CARLOS CORDOBA.(1967) Samanieguense autóctono, hijo del arado, la pala y el machete, diestras herramientas de sus abuelos en la vereda de San Juan, que mezclados con la tiza  y el pizarrón, práctica diaria de su madre junto a su férreo y personal deseo de superación, permitió que fuera esculpido y moldeado desde pequeño con el polvo y la arcilla del esfuerzo y el sacrificio de nuestra raza campesina, para convertirse en un Guaycoso polifacético, declarado amante de toda forma de expresión artística, su compromiso con la sociedad y las causas comunes lo han identificado como un hombre de altísima sensibilidad humana, lo que ha hecho evidente en sus lienzos, trazos y oleos llenos de esperanza en la vida, repletos de naturaleza desnuda y de expresiones infinitas , de sentimientos ancestrales y mensajes libertarios. Todo absolutamente todo desde la universidad empírica de su propia historia.

                                                                                  BAYARDO SANTANDER MELO.

 

 

 

Conocer a este personaje nacido en Samaniego en un febril noviembre de 1967 para quien redacta este homenaje a la humildad convertida en constante algarabía, es uno de los placeres más gratos que la amistad sincera puede prodigar.

Dueño de una mirada honesta, un rostro sin complejos y una sonrisa de niño eterno que se niega a abandonar su mundo y sus recuerdos;   dispuesto siempre a dejar tatuado en el otro  un buen momento,  ese es Darwin Carlos Córdoba,  quien aprendió junto a sus amigos de infancia en la vereda San Juan distante a dos kilómetros  del casco urbano en el municipio de Samaniego a gozarse la frescura del los ríos San Juan y Pacual en un arrullo torrentoso de sonidos y colores.

En su San Juan del alma donde transcurre apacible la  infancia y adolescencia, siente el llamado del arte, motivado en las  fiestas patronales de San Martín, el apóstol de los desvalidos cuya celebración del mes de agosto le invita a conocer el encanto de la  vaca loca  y los castillos pirotécnicos que al compás de la banda musical,  nutren su espíritu y la mente se llena de motivos para aplicar en el lienzo esa carcajada que no duerme, que se atraviesa en el verbo y la metáfora cuando de ser felices sin desmayo, se trata.

OSWALDO FLÓREZ ANDRADE

 

 

 

 

 

 

El primer salón de la Pinacoteca Nariño está vestido de territorio. Una pared evoca a Pasto, al Galeras, a la noche, a la mirada panorámica, al plano general del pintor que llegó desde el Guayco a esta ciudad que lo adoptó. Contrastes de cielos, brochazos maravillosos, pinceladas arriesgadas. El pintor jugando, tal vez igual que como lo he conocido, siempre sonriendo, siempre dispuesto a entregar alegrías.

Lagunas por allá y el mar cerca a las ventanas. El pintor que desde la fotografía se recrea en la grandeza del pacífico y que pone un barquito en el centro o que juega con las texturas de las piedras abrazadas por el océano.

Cuadros de pequeño formato que hablan de la grandeza de un ser humano inquieto, explorador, para nada resignado. Luego los caminos, las veredas, los paisajes de la caña, la tierra amarilla, las casas campesinas, el aroma del café y el recuerdo de sus pasos que han recorrido este departamento con ojo de vigilante, con pensamiento de fotógrafo, con alma de pintor.

Las «Andadas» de Darwin Córdoba deben ser vistas para asomarse a una conmovedora faceta de este aventurero ser que ha buscado todos los caminos, todas las formas, todos los recursos para liberar los relatos de su espíritu.

¡Felicitaciones! querido amigo, que la buena luz, que todo el color, que toda la bondad te sigan abrazando. Todos a recorrer estas «Andadas» de la mano de Darwin Córdoba y su pincel cargado de alegrías.

GUSTAVO MONTENEGRO