Más allá de los poros del silencio, donde suceden las más inhóspitas historias, y los parlanchines gestos de la memoria oculta al fin vislumbran una forma, sin espacio- tiempo que atosigue sus miradas perpetuas; cuando de la piel de esos silencios se desgarran las voces membrana a membrana sin un pálpito de sigilo, sólo entonces se desdibujan las desfallecidas imágenes y las entrañas se desnudan en erótico acto liberado.
FRANCY BENAVIDES
Exhibir el cuerpo y el deseo en medio de una realidad reinventada.
Lo corporal es el hecho pictórico principal que nos permite a partir de una cromatografía de alucinación, exhibir el cuerpo y el deseo en medio de una realidad reinventada. El cuadro, el papel el muro pintado entrega varias posibilidades y experiencias que nos acerca a la metamorfosis y a lo anamórfico, lo que permite además simpatizar la muerte con el erotismo, la locura y la excedencia de lo otro. El proyecto de la obra no ambiciona el recuerdo de un «yo» o una identidad, porque sabe que el hombre es aún más complejo; es sin lugar a dudas «posibilidades de ser», por consiguiente, el rostro que oculta su mitad, la cuadricula que anida el vacío como instancia estética, los espectros y la vejez no saben quiénes son, ni que poseen, se sienten múltiples, son habitaciones con innumerables espejos que se distorsionan en reflejos falsos, una única realidad interior que no está en ninguno y está en todos. Esta obra posee un vacío interior y confronta su vacío con el vacío exterior dado por la sombra; la separación, que es multiplicidad de reflejos. Este es el suicidio del «yo», en la imagen donde los participantes se liberan de su identidad de manera ficticia; un ensueño de liberación, una pintura que reincide a negarse a sí misma, pero también a crearse sin cesar. Si bien hay un vacío, oscuridad, misterio, fragmento de rostro y cabellos, preciso es tomar en cuenta que constituye un proceso activo de construir una epistemología del desconocimiento, donde el desconocerse y buscarse bajo mil máscaras, mil apariencias, no es un factor negativo; es negar absolutos para proyectar posibilidades.
Su obra es una larga investigación sobre la importancia del cuerpo
El artista colombiano Álvaro Roberto Bastidas Ramírez, nacido en el municipio de Pupiales-Nariño, es un gran representante del dibujo. Maestro egresado de la Universidad de Nariño, donde obtuvo su título de Maestría en Artes Visuales y Diplomado Estéticas y prácticas artísticas contemporáneas. Su región es la representación de grandes artistas plásticos y visuales, su obra es una larga investigación sobre la importancia del cuerpo, la muerte, el erotismo, la arquitectura, conjugando toda una amalgama de conocimientos y experiencias en la obra, que técnicamente se realiza en bolígrafo o lapicero. Tomando las simplicidades de estos materiales para llevarla al desborde de la obra, donde se aprecia la complejidad del dibujo y se muestra una obra atemporal. En su corta carrera artística ha participado en varias exposiciones y ha obtenido reconocimientos a su trayectoria artística.
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Aquella obra suspendida de un lazo invisible se balancea entre la memoria de quienes la piensan alguna vez como utopía. Se teme que la vida es poema que navega, igual por las aceras de un barrio conocido, que por los caminos de una selva inédita para los legisladores. La pintura o poema o cualquier otra visión o la vida, es virtud estética que socorre la existencia. El ser humano mismo en su simpleza, es todo un espacio geográfico de resistencia que va más allá de los imites lógicos y que representa una trinchera oportuna para dar la lucha hacia la sagrado y lo humano. El cuerpo, la palabra, la imagen, el contexto, son entonces los criterios que sustentan la lucha indeclinable por la afirmación de la subjetividad y la esperanza, aún en espacios áridos, tocados por el conflicto y habitados por la oxidación de una sociedad en decadencia. Lo corporal es el hecho pictórico principal que nos permite a partir de una cromatografía de alucinación, exhibir el cuerpo y el deseo en medio de una realidad reinventada. El cuadro, el papel el muro pintado entrega varias posibilidades y experiencias que nos acerca a la metamorfosis y a lo anamórfico, lo que permite además simpatizar la muerte con el erotismo, la locura y la excedencia de lo otro. El proyecto de la obra no ambiciona el recuerdo de un «yo» o una identidad, porque sabe que el hombre es aún más complejo; es sin lugar a dudas «posibilidades de ser», por consiguiente, el rostro que oculta su mitad, la cuadricula que anida el vacío como instancia estética, los espectros y la vejez no saben quiénes son, ni que poseen, se sienten múltiples, son habitaciones con innumerables espejos que se distorsionan en reflejos falsos, una única realidad interior que no está en ninguno y está en todos. Esta obra posee un vacío interior y confronta su vacío con el vacío exterior dado por la sombra; la separación, que es multiplicidad de reflejos. Este es el suicidio del «yo», en la imagen donde los participantes se liberan de su identidad de manera ficticia; un ensueño de liberación, una pintura que reincide a negarse a sí misma, pero también a crearse sin cesar. Si bien hay un vacío, oscuridad, misterio, fragmento de rostro y cabellos, preciso es tomar en cuenta que constituye un proceso activo de construir una epistemología del desconocimiento, donde el desconocerse y buscarse bajo mil máscaras, mil apariencias, no es un factor negativo; es negar absolutos para proyectar posibilidades. “siempre he considerado los detalles fundamentales en una buena obra, este artista logra transportarme a esos momentos incómodos de una pesadilla, gran referente contemporáneo del dibujo simbólico.” Daimonfist DIST