A las 9 de la mañana del 1 de febrero de este año, Daniel Cuaspa puso rumbo al Santuario de las Lajas, en el sur de Colombia. Me instalaron en el puesto del copiloto y en el asiento de atrás iban Marilin Riascos y las dos niñas del matrimonio: Valery y Marlly, de 14 y 9 años. Como si fuera un guía profesional, Daniel me iba recordando los nombres de los pueblos y los nevados que circundan la zona y no paró de preguntar cosas sobre mi oficio de escribir. Incluso, al final del viaje, me preguntó si cuando regrese a España escribiría sobre aquel viaje a su amada Virgen de Las Lajas. Le dije que sí. Es algo natural en mí hacerlo, pero siempre guardando la distancia necesaria en el tiempo, que es cuando la realidad se convierte en literatura. Y esta vez quería escribir sobre algo que me pareció inhabitual: hacía dos 2 días atrás, el Ejército Nacional había instalado un retén militar a 3 kilómetros de Chambú. Viajábamos entonces con mi hermana Doris y su esposo Román. Un militar alto y trigueño me saludó con la mano, se presentó con su nombre y me pidió amablemente me identificara.
Antes del año 2000, cuando Nubia Elena y yo tomamos la decisión de irnos de Colombia, eso no era así. Los militares solían arremeter con culata a los pasajeros y esculcarlos con violencia como si estuvieran frente a una banda de criminales. Esta nueva actitud de los militares me pareció muy buena y se lo dije a mi hermana: «Colombia está cambiando». No era así. Precisamente a dos kilómetros de donde estuvo el retén militar, días después asesinaron al líder social e indígena Marcos López.
Volé a España con esa incertidumbre, y el espejismo de que Colombia había cambiado, se esfumó. Y a fondo. El viernes pasado, 24 días después, cuando miré mi Whatsapp, encontré una frase que me dejó paralizado: «Familia… me mataron a Daniel». Era Marilin, su esposa, quien se había encargado aquel 1 de febrero de que todo saliera bien en nuestra romería a Las Lajas.
A esta hora no dispongo de ningún detalle certero sobre su asesinato. El portal TUBARCO.NEWS (https://tubarco.news/tubarco-noticias-occidente/tubarco-noticias-narino-tubarco-noticias-occidente/ya-veniamos-haciendo-reclamos-por-estos-procedimientos-en-ma.news), apunta a que fue la Policía Nacional quien, aprovechando un despiste de Daniel, lo persiguió en una moto no oficial y le disparó por la espalda. Tampoco tengo detalles del homicidio. El medio citado argumenta que desde hace un tiempo se viene denunciando que la Policía en ese sector no cumple con los protocolos de ley en casos como éste y que hay que investigar a fondo.
No he podido asimilar el trauma. Hace un mes, el «taita» Marcos López fue asesinado en el mismo municipio de Mallama, a 3 kilómetros del Chambú de Guillermo Edmundo Chaves, y ahora, un joven deportista, con una familia que sacar a flote y toda una vida por delante, corre la misma tragedia. De la muerte del «taita» no hay esclarecimiento alguno. Y de Daniel se sabe que, presuntamente, fue la policía Nacional, quien había establecido un retén provisional en el sector del Guabo.
Daniel vivía con su familia en Chambú y fue una de las personas que se alegró mucho por mi regreso a mi pueblo natal después de un cuarto de siglo. Su entusiasmo lo celebró desde el día después de mi llegada a Pasto,(Era la primera vez que lo trataba, pues como a muchos miembros de mi familia, después de tanto tiempo ausente, no lo conocía), cuando me recogió para llevarme a la patria chica de mis nostalgias. Comimos tortillas en El Pedregal y hablamos de todo, siempre con la sonrisa en los labios. Su optimismo en la vida era sin igual: tenía 32 años y todas las energías para lograr lo que se propusiera. Daniel y Marcos López son la muestra de esa Colombia que hoy tiene todas las ganas de construir una patria nueva, pero que las viejas estructuras incrustadas en el seno de la sociedad, el espíritu y el Estado no dejan que fluya.
En todo el país esa juventud es sinónimo de cambio, de sustituir la muerte por la vida cuya osadía están pagando con la muerte misma. El año pasado, 35 líderes sociales fueron asesinados en Nariño. En lo que va de 2023, se sabe del homicidio del «taita» Marcos López y ahora del joven deportista Daniel. Corre el rumor de que hay muchas amenazas serias de muerte. Estos son los casos más sonados. Un campanazo de alerta para el nuevo gobierno, para meter en cintura a esas estructuras criminales, de todo tipo, que no dejan de sabotear el eterno anhelo de los colombianos de la paz total.
Vivo a 14.000 kilómetros de mi Chambú natal, pero hasta aquí me tocan estos asesinatos de familiares, amigos, líderes sociales. Chambú, que siempre ha sido cuna de inspiración literaria, poética, musical y hasta cinematográfica, una región símbolo de Nariño, está siendo atacada y sus gentes acorraladas por activistas del terror y la muerte que no dejan vivir en paz.
Es la hora de tomar una decisión firme y no dejar que Chambú y Mallama, como toda Colombia, siga siendo un gigantesco cementerio sin control alguno.
Esperemos que esta vez, la justicia sea la encargada de juzgar y reparar los males de estas anomalías sociales en nuestros pueblos. Solidaridad con las víctimas de la violencia colombiana. Y que llegue por fin el momento de escribir que Colombia va cambiando definitivamente.
Arturo Prado Lima.