Fabio Martínez:

Imaginación, memoria y resistencia, la materia prima de la literatura y el arte.

 

Nos habíamos citado con el escritor colombiano para hablar de su obra literaria, que es vasta y profunda, y abordar de paso otros temas inherentes al oficio del arte y la literatura. Y la verdad, resultó una charla emocionante, esclarecedora y sobre todo didáctica. Su experiencia narrativa, sus viajes constantes por el mundo, la memoria y la imaginación en plena resistencia, y tal vez, pienso yo, un poco más allá, en la ofensiva contra la cotidianidad y el olvido, han hecho de la narrativa de este escritor caleño una de las más importantes de Colombia y la lengua hispana. Esta es la conversación.  (APL)

Arturo Prado Lima: Fabio, vives para la literatura o utilizas la literatura para vivir.

Fabio Martínez: Vivir la literatura. El primer presupuesto, vivir para la literatura. Desde que la literatura tocó a mi puerta. Eso hace ya muchos años. Yo amo la literatura, tanto, que a veces me convierto en su esclavo. Mi vida, mis viajes, mis amigos, mi trabajo como catedrático en Univalle, y mi relación como columnista de El Tiempo, siempre gira en torno a la literatura.

APL: ¿Tú has afirmado que la imaginación y la memoria son la materia prima del arte y la literatura. Pero ¿la imaginación no contraviene el carácter concreto de la realidad?

FM: La memoria sin la imaginación no existe, sería un saco vacío. La memoria se nutre de la imaginación y ésta viene de las imágenes que cada cerebro humano y que cada individuo construye a partir de su relación con la realidad. El conjunto de imaginaciones es lo que conforma un imaginario. La imaginación de una u otra manera no es libre, sino que está sujeta a unos códigos, a unas imágenes y unos signos mentales. El arte y la literatura, antes de construirse con base en la inteligencia, se realiza en campo de la imaginación. No es que en el arte y la literatura cada imaginación sea libre y produzca lo que quiera. La imaginación eso sí, es individual. En literatura esa imaginación se llama Poética.

Hoy en día, o, para hablarlo en términos más sencillos: La literatura una voz que viene del interior. El mundo de las imágenes se mueve en el cerebro. Es algo que pertenece al mundo del subconsciente. Desde la infancia cada escritor tiene un arsenal de imágenes que ha venido construyendo. Es, justamente, la cultura y la enciclopedia literaria de cada cual.  Entonces, memoria sin imaginación no existe.

La materia prima de toda obra literaria es la memoria. Existen memorias antiguas y memorias superficiales. Los artistas y los escritores parten de la naturaleza, por supuesto, incluyendo las obras fantásticas. Las obras de ciencia ficción parten de una realidad. Gracias al trabajo de la imaginación y la sensibilidad. Gracias a estas dos herramientas es que el artista convierte esa naturaleza o esa realidad en una obra simbólica que sacude las fibras interiores del lector. Todos partimos de la naturaleza, de la realidad, como el científico, como el sociólogo o el escritor. Pero esa naturaleza también tiene que ser transformada.

APL: Siendo así, ¿cuál es la materia prima de la obra de Fabio Martínez?

FM: Mi obra es múltiple y variada. El viaje es algo que está presente en mi obra. Viajé desde muy joven, sobre todo por Europa. Eso me ha permitido crear varias novelas. Justamente mi primera novela, Un habitante del séptimo cielo,  habla de historias de jóvenes inmigrantes latinoamericanos, en el París de los años 80s. El viaje es una constante permanente en mi obra. Esa temática y esa experiencia de vida yo la asumo como materia prima de mi obra literaria. Simbólicamente la trasformo en literatura. Otro tema es la música. Es parte de mí desde la infancia. Cali, mi ciudad, y Barranquilla, han sido ciudades musicales por excelencia, de eso me he nutrido. También de las grandes orquestas que hicieron las ciudades puertorriqueñas y  New York. Se dice que en Colombia primero está el lenguaje musical que la lengua española. En mi obra la música está muy presente. En una de mis novelas, un bailarín de Agua Blanca se vuelve el más famoso del mundo. En El tumbao de Beethoven, el personaje Beethoven Carabalí Reina, que no se debe confundir con Luwdig van Beethoven, es un caleño de origen afro. Así mismo, en mis libros está el tema de las ciudades. Las grandes ciudades lo determinan a uno mucho. Pablo Baal y los hombres invisibles es una de mis primeras novelas donde está presente la ciudad. El año pasado salió publicada por el sello Editorial Pigmalión mi novela La Buhardilla iluminada. La obra transcurre en la ciudad de Paris y  atraviesa Barcelona y Madrid. Ahí el lector encontrará un modesto homenaje a esas viejas capitales  europeas a través de la figura de un inmigrante latino que vive encerrado en una buhardilla. Tú sabes que en Europa las buhardillas figuran como metáforas espaciales de la vida.  Es la historia de un joven que debido a una persecución policial, debe vivir muchos años encerrado en una buhardilla de un barrio parisino. Así que el tema de las ciudades está muy presente en mi novelística.

APL: Es inevitable no abordar en la novelística colombiana el tema de la violencia. ¿Qué papel juega en tus obras este fenómeno?

FM :: Yo siempre traté de evitar la violencia en mi literatura, pues nuestra literatura ha estado determinada por la violencia porque es algo que nos ha identificado infortunadamente en el país. Yo más bien había seguido el camino lúdico, donde el humor es algo muy importante. Pero tuve una experiencia de vida. Cuando dirigí la sede de la Universidad del Valle en Buenaventura, con el ánimo de formar jóvenes afro-descendientes para aprovechar todo ese potencial  cultural que tienen los afros en el Pacífico, me topé con la violencia. Los afros del Pacífico son muy musicales y  kinéticos, son muy buenos tanto en el movimiento dancístico como en el cine y el teatro. Infortunadamente me tocó, como se dice aquí en Colombia, un pico de la violencia muy alto, uno de los más altos que ha vivido Buenaventura, en los últimos 50 años. Me tocó vivir el tema de la barbarie humana desarrollada por las bandas criminales al margen de la ley.  A raíz de esa situación, donde la población se opuso y se hicieron grandes marchas por la vida dirigidas por la iglesia católica y las organizaciones comunitarias, esa experiencia me llevó a tratarla a nivel literario. Me pasó un poco lo que le sucede al personaje literario Arturo Cova, en La vorágine de José Eustasio Rivera, que jugó su corazón al azar, y se lo ganó la violencia.

El resultado de esto fue una novela negra, thriller, que se titula Marea de sombras, publicada por el Grupo Editorial Sial Pigmalión de Madrid.  Es la historia de un administrador de una camaronera en Buenaventura que encuentra en un refrigerador una pierna esbelta de mujer mulata, hija de padre sueco y madre negra bonaverense. Lo que llaman aquí una culimocha. Es una novela que se hace la siguiente pregunta: ¿quién mató a Karen Knudson Balanta? Y a partir de allí narro los últimos diez años de la historia bella y violenta que ha vivido Buenaventura.

APL: ¿La literatura latinoamericana con respecto a Europa sigue teniendo el peso que tuvo durante las décadas del boom literario, como lo afirmó García Máquez?

FM: Gabo tuvo razón al afirmar esta situación. Después de la independencia que tuvimos de España, fuimos incapaces de construir una nación laica y democrática.  Nunca pudimos resolver problemas fundamentales en el siglo XIX, como el problema de la tierra, que es el origen de la guerra. Somos una sociedad frustrada, desde México hasta Argentina.  A excepción de Cuba o Chile en la época de Salvador Allende, quí nunca hubo una revolución importante. Pero hemos aprovechado muy bien la imaginación, el tema de la cultura, del arte y la literatura. Precisamente porque la buena literatura nace en el malestar de la sociedad y de las naciones. Cuando tú vives en una sociedad perfecta a uno no le dan ganas de escribir porque el arte y la literatura surgen de la carencia.  Es como el deseo. Uno desea lo que no tiene. Por esto es que a veces se desea la mujer del prójimo. En este sentido, Gabo y todo el Boom Literario Latinoamericano, a raíz de ese malestar que había y sigue existiendo en nuestras sociedades, se refugiaron en la literatura y produjeron una de las mejores literaturas del mundo. Nosotros ya no tenemos salvación, a nivel social, económico y político.  Hoy somos testigos del colapso de muchos dirigentes políticos que van a la saga de los problemas contemporáneos. Lo que nos salva es la imaginación y el arte, y es por esto que nos reconocen en Estados Unidos y Europa. Que haríamos sin un Juan Rulfo, sin un García Márquez, sin una Alejandra Pizarnik o sin un gran músico Chucho Valdés. En América latina vivimos en una crisis eterna, a punto de colapso social. En el mundo, las economías clásicas están siendo reemplazas por economías ilegales y por la corrupción,  y la violencia que eso deriva. La literatura ha sido una especie de válvula de oxígeno que para el lector. La literatura es nuestra mascarilla que nos permite protegernos del virus de la corrupción globalizada. La cultura jamás será corrupta en ese sentido.

APL: ¿La comercialización de la cultura o Economía Naranja, una bandera del gobierno colombiano actual se está llevando a cabo?

FM: Esa es una bandera que enarbola el Presidente Iván Duque El arte y la literatura son libres, son la expresión simbólica, primero de un individuo, de quien hace una obra de arte, pero luego le pertenecen a un pueblo, a la sociedad.

La cultura es la representación estética de una nación. No entiendo por qué a través de la economía naranja, se la piensa convertir en mercancía.

El proyecto de las economías naranja es un proyecto netamente neoliberal, que consiste en convertir al arte y la literatura en una franja más de la economía, que produzca dividendos económicos y financieros.

Es una bandera propia del neoliberalismo que quiere quitarle el alma y el espíritu al arte y la literatura. Es cierto que las editoriales venden sus libros, las galerías ofecen sus obras de arte, y el cine vende sus películas a través de sus plataformas virtuales.

Pero más allá del comercio del arte, este este es la manifestación de una cultura y de una nación.

APL: A propósito de la pandemia, ¿Qué elementos nuevos en el arte y la literatura podrán surgir después de que todo esto pase?

FM: En todas partes del mundo, los artistas y los escritores están sabiendo aprovechar muy bien la pandemia desde su propia perspectiva. Este encierro obligatorio, propio de la Edad Media, nos está sirviendo para potenciar la imaginación. Los artistas y escritores están volcados a la creación. Por supuesto, muchos están afectados por un problema económico que generó la cuarentena. Al cerrar la economía, los grupos de música y las compañías de teatro tuvieron que cerrar.

La pandemia, siendo un monstruo que está amenazando a la humanidad, también tiene cosas a favor. Cuando tú estás encerrado y solo, te obligas a desarrollar la imaginación. En mi caso particular, ya tengo en camino dos o tres proyectos literarios que están salido gracias a este período de aislamiento social.

El  mundo tiene la esperanza de que finalmente el virus se va a derrotar. Yo sé que después de que pase esto va a ver en el nundo una especie de Renacimiento, como surgió como en Italia, después de la Peste Negra. Yo pienso que los escritores estamos cargando el espíritu de Giovanni Boccaccio, que ante la inminencia terrible de la pandemia, decidió irse a una casa de campo en las afueras de Florencia y ahí surge el Decamerón, el famoso libro erótico. Pienso que la literatura se va a potenciar fundamentalmente. Ya están surgiendo muchas antologías y libros sobre la pandemia. Una crisis como la pandemia, obliga al ser humano a replantearse su vida. El Covid-19 dejó al desnudo es que el ser humano solo vive de las cosas materiales, de la sociedad del consumo.  Que el deseo ya no es inherente a las relaciones afectivas del ser humano sino que está ligado a la compulsión del consumo. Solo deseamos lo que está en venta.

El Covid-19 dejó al desnudo una sociedad que se había olvidado de la solidaridad humana, y estaba feliz en el sillón incómodo del individualismo.

La pandemia del siglo XXI nos enseñó que necesitamos del otro o de la otra para construirnos nosotros mismos y que se construya a su vez el otro. La sociedad tiene que cambiar. Incluso los ricos tienen que cambiar. En estos días leía un artículo que 83 multimillonarios pedían que se les cobrara más impuestos.  La pandemia va a cambiar de alguna manera el pensamiento. Íbamos demasiado a la carrera. A una gran velocidad donde todo el  mundo quería hacer empresas,  compañías virtuales a nivel global y ganar y ganar y acumular.

Esta avaricia nos ha hecho distanciarnos de las cosas fundamentales del ser humano. ¿Qué hago con tener en el banco un millón de Euros si por la pandemia no me puedo ir a tomar un café en Chueca ¿De qué sirve tener yates apostados en el Mediterráneo y no poder ir a compartir una buena copa de vino en un café de Malasaña?

La pandemia lo que nos enseña es que debemos tener un principio de solidaridad, pues todos estamos subidos en el mismo tren, lo que pasa es que unos van en primera clase y otros, en tercera. Hoy nos queda enarbolar la bandera de la solidaridad y privilegiar esas cosas bellas y elementales de la vida cotidiana, el hecho de citarnos con un amigo en una terraza y compartir un buen café.

APL: ¿Cómo está la literatura colombiana hoy con respecto a períodos anteriores?

FM: La literatura colombiana tiene hoy una gran tradición centenaria que viene desde el Nocturno de José Asunción Silva, desde la primera novela romántica de América María, escrita por Jorge Isaac. En la segunda mitad del siglo XX se logró consolidar una buena literatura y una buena obra poética como la de Aurelio Arturo, considerado como de los mejores poetas americanos.

Así como en Madrid hay más bares por kilómetro cuadrado, en Colombia hay más poetas en cada esquina. Se dice que cuando un colombiano se agacha se le cae un poema del bolsillo. En cada ciudad, en cada pueblo, cuando voy a leer mis textos, todo el mundo antes de decir su nombre te dice: “Yo soy poeta, yo soy novelista”.

En el país hay una enciclopedia muy sólida alrededor de la literatura. En este momento están confluyendo al mismo tiempo cinco generaciones distintas de escritores. La del 30, con Giovanni Quessep y Maruja Vieira;  la del 40, con Fernando Cruz Kronfly, Juan Manuel Roca y Fanny Buitrago. La del 50, con Consuelo Triviño, Luz Mary Giraldo, Julián Malatesta, Sonia Truque y Juan Diego Mejía. Y ahora encontramos los jóvenes escritores de los años 80 y 90. Nuestra literatura estuvo en boga en los años 60 y 70; hoy la nueva ola se encuentra en Europa central,  los llamados países de la cortina de hierro.

Nuestra literatura es una de nuestras fortalezas. Nuestra debilidad está en nuestros políticos que mal nos representan.

APL: El fenómeno que se ha dado en llamar la narcoliteratura ha afectado al conjunto de la literatura, y si es así, en qué medida?

FM: Esa fue una moda literaria. Hizo parte de lo que se llamó la literatura sicariesca. Es un subcapítulo de la literatura de la violencia donde el antihéroe era el sicario. Pasó de moda, porque, como en las telenovelas, que son muy bien vendidas en Europa, se  abusó del tema. De las narco-novelas que se salvaron podemos mencionar a Rosario Tijeras de Jorge Franco y la Virgen de los Sicarios de  Fernando Vallejo. Se salvaron dos o tres novelas, el resto es basura literaria, porque era una moda. Es como la literatura de la violencia en la época de Gabo, muchos escribieron sobre la violencia y quisieron hacer la novela del realismo mágico al estilo de Gabo, pero fracasaron en el intento. El único que se salvó fue Gabriel García Márquez.

La narconovela está en decadencia porque fue una moda  no solo en Colombia sino también en México y Perú. Pero fíjate una cosa, todavía no se ha escrito la novela sobre Pablo Escobar, por ejemplo,  porque la buena literatura se escribe con el tiempo, se necesita que haya una distancia. Como diría Eduardo Galeano, en relación con el narcotráfico, las venas siguen abiertas. Aquí aún no ha habido un Mario Puzo, el autor de El Padrino. Hoy en día, en Colombia,  existen cinco generaciones literarias que continúan resistiendo al embate de un mundo convulsionado.

APL: ¿Tu obra hace parte del algún género literario específico?

FM: Soy un autor iconoclasta. Mis temáticas son disímiles en este campo. Yo noy soy como el pintor que a lo largo de su obra pinta un solo cuadro. Soy un escritor heterogéneo, prolífico, iconoclasta, en el buen sentido de la palabra. Los escritores somos hijos del tiempo. Mi época está determinada por la contingencia que produce la guerra. Si me preguntas para dónde va el mundo y para dónde va el país en el 2025, yo te digo sinceramente, que no sé. Uno no sabe qué pueda pasar, sobre todo en un país como el nuestro, donde la paz nos aterra, y cada día florecen como champiñones decenas de grupos armados al margen de la ley.  Soy, en definitiva, un escritor heterogéneo e iconoclasta.

Buenas noches. Como acostumbro, me despido del escritor invitándolo a un café, que puede ser en Cali, Colombia, o en Madrid. Esperemos a ver qué pasa después de la pandemia.