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Eduardo Serdio (Ciudad de México, 1994). Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, UNAM. Impartió talleres de creación literaria en Mostrarte a México A.C. Es director editorial de la revista literaria De-lirio, y editor en la Revista Literaria Taller Ígitur, gestor de Crítica y Pensamiento en México y Diótima. Encuentro Nacional de Poesía. Es fundador y director de la Congragación Literaria de la Ciudad de México. Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano y al bengalí.
Lunas de Tenerife
A Joan Margarit
I
Siempre que me preguntan sobre el tiempo
yo respondo: Vivo en los locos años veinte.
Y es que hace un siglo nacía el charlestón
en el barrio de los blancos
y en la ciudad del pueblo francés
reinaba una gloriosa bella época.
Después todo fue ruina y miseria
La crisis del 29
y el colapso de la gloria.
No evoco diez décadas pasadas
para decir —como los clásicos—
que todo tiempo pasado fue mejor,
tan sólo quiero trazar una línea de alegría
seguida de un final aniquilante.
Así fue como apareció
la primera luna de Tenerife.
II
Su aparición fue tan espontánea
que no pudimos nombrarla.
Aún me duelen las palabras que no dijo,
el desorden de su bolso y el calor de sus piernas.
Aún me duele
que haya podido iluminarlo todo,
para después
ser devorada por la sombras.
III
Después hubieron muchas lunas:
cíclicas, maternas, plenilúnicas
o esbeltas cual menguante;
florales, delicadas, feministas,
galopantes, impetuosas.
Tuvieron muchos nombres
Carolina, Ximena, Luisa, Mariane,
Alma, Helena…
Cada una dibujó una marca en el sextante
pero yo
nunca aprendí de astronomía.
IV
Hubo también una luna morena
que bailaba flamenco y yo aplaudía.
Lo mío eran (siempre fueron) las palabras
Lo de ella (siempre será) el baile.
Sin embargo yo no podía danzar de esa forma
porque las palabras son muy quietas —ya se sabe—
y yo pensaba en descripciones o en versos de Qabbani
pero ella, sempiterna, se subía a mis vocales
y me besaba con ternura para emprender
un danzón o una cumbia guapachosa.
En su rostro traía el rastro de unos signos
que no por nada la humanidad llamó lunares;
no me costó mucho percibir
que su simpleza era lo menos simple del planeta.
Era química industrial, le aburrían mis poemas
pero en sus ojos de luna morena
danzaba toda el agua del río Nilo.
V
Desconozco si en 1920 se podría
escuchar la voz de una mujer
a 3169 kilómetros de distancia.
La última luna
me llamó ayer desde Bogotá
y se estremeció todo Tenerife.
No sé qué tendrá la luna
que hasta la marea hace temblar.
VI
Aislada con sus aguas litorales,
ciudad-espejo
que ansío y no conozco,
isla acompañada de más islas
y, sin embargo, sola
me recreo en tu imagen, aún lejana
¿Dónde están tus lunas?
te pregunto,
¿fueron robadas por Júpiter?
pero la montaña no responde.
Cae la noche en Tenerife,
el novilunio nos aconseja
recogernos en nuestra alma.
Pétrea voz que me aprisiona
La espiga que sostiene los pecados
parece redimirnos a base de silencios.
Pero el silencio…
algo más allá que una concepción mística del mundo
¿algo más allá que entender el universo con el ritmo?
Entonces comprendí lo angosto del poema y el lenguaje,
mi intrínseca imposibilidad de nombrar las cosas,
y que la poesía más mística, más feliz, más dolorosa
es aquella que no está escrita.
Por eso seré siempre aquel de la boca de piedra
Por eso nunca sabré expresar lo que siento
cuando baja una golondrina a tomar agua
cuando la muerte toca a mis amigos
cuando Dios se manifiesta desde adentro;
pero seguiré escribiendo mis poemas
aunque sea aquel cuyo canto se estrella
se calla, se agota, se limita en su lenguaje
y entre las oscuras voces de las piedras.
Serpientes y escaleras
Lo sabían en oriente, lo sabía la cultura hebrea,
lo sabían los poetas, los viejos hombres de la biblia:
Bereshit bara elohim et, en principio fue el dado…
Celan le escribió a Alemania, a Margarita,
a la reina de Saba, a los mundos giratorios de la noche
porque le encantaba jugar con las serpientes
Pero mi edad ya no está para descensos mortuorios
no está para llorarte y que me llores.
He visto tantos ojos apagados en los siglos,
tantos castigos en lágrimas de hombres
que sería absurdo escribirle a la noche
y retornar casillas a la balsa de Caronte.
Necesito ser tu Fausto, Margarita,
pero no necesito de demonios ni sirenas.
¡Sulamnita! ¿por qué no llegaste con hilo rojo
antes de iniciar juego? Ahora el tablero está puesto
y los dados lanzan sus bromas a carcajadas.
Debiste ser la escalera o las alas,
no la serpiente, ni Lilith, ni la mujer-pájaro
porque del tronco nunca pudo Ulises desasirse,
y tu canto es la tortura de las cuerdas, Sulamita.
Pero Margarita, no desfallezcas,
tengo fija la vista en la salida
en el agua del cántaro que me trae tu boca,
en tu voz, en los asares de tu falda larga.
Ya no sufras, Margarita, el tablero está puesto
Bereshit bara elohim et:
En principio fue el dado.
Una oración más a los impuros
A Rómulo Bustos Aguirre
Loado sea el placer
de los misterios
la ominosa carne corrompida
las cicatrices vedadas de futuro
y la sed de los sedientos
Loado sea el placer
que nos habita
que cosecha los frutos materiales
y esparce su germen de ventura
hasta el sueño del que nunca
ha abierto los ojos a la vida
Especialmente los dormidos
alabemos al placer todos en coro
como perros que aúllan en la noche
al dolor
a la muerte
a lo prohibido
Loado sea el misterio de la muerte
Loada sea la muerte misteriosa
Loado sea el placer de los impuros
Espiral inmarcesible
“Con la sabiduría ganada, con tanta experiencia,
habrás comprendido lo que las ítacas significan.”
Cavafis
Al igual que un Ulises
emprendiste el viaje sin certeza
pues querías conocer el espíritu de las cosas
y las cosas sonreían y adquirían un nombre
Más que Ulises eras un Adán
y palpabas cada cosa con el lenguaje de tu madre
que a su vez
fue la heredad de tus ancestros
Puesto nombre a tu rocín
quisiste buscarte en los amores
descubriendo una tortura
con cada muchacha que salías
porque no entendías que el amor
es un espejo de la muerte
que nos enseña
a izar las velas y levar las anclas
¿Observas qué se mira a lo lejos?
se acerca el retorno que buscabas
y cuando llegues
besarás la tierra
recordarás tu casa
empacarás maletas para otro viaje
pues en Ítaca
te esperan otros sueños